Alfarería Tradicional de España: el Cántaro Pirenaico
XI Jornadas de Alfarería, Avilés 2019 Centro Municipal de Arte y Exposiciones (CMAE). 12 de abril a 9 de mayo de 2019
La exposición ALFARERÍA TRADICIONAL DE ESPAÑA: el cántaro pirenaico, enclavada en las XI Jornadas de Alfarería de Avilés, patrocinadas por el Ayuntamiento de la ciudad, reúne en el Centro Municipal de Arte y Exposiciones (CMAE) una selección de noventa piezas que por su morfología, sin paralelos en el amplio panorama formal alfarero español, bien merecen dedicarles una edición en las Jornadas.
Por ello, es la primera vez que el espectador podrá contemplar una colección semejante sobre singulares pedarras, dournes, dolls, orjols o poals, una selección única en el mundo que aglutina lo más significativo de cada geografía, recipientes fabricados y utilizados en la zona de influencia del Pirineo, marcada por una orografía fronteriza entre dos países, España y Francia, cargada de historia y de culturas propias, fuertemente arraigadas, modelando las sociedades que las han habitado a lo largo del tiempo, siendo fiel reflejo de ello las formas alfareras que componen el cántaro pirenaico, adaptadas a usos y costumbres de las personas que dotaron de identidad cada rincón trasmontano.
Los Pirineos, o el Pirineo (en francés Pyrénées, en catalán Pirineus, en occitano Pirenèus, en euskera Pirinioak) es una cordillera montañosa que se extiende desde aguas del Atlántico (golfo de Bizkaia) hasta orillas del Mediterráneo (cabo de Creus), trazando la frontera entre Francia (Nueva Aquitania y Occitania con la región de Languedoc-Rosellón) y España (Euskadi, Nafarroa, Aragón y Catalunya), sumándose el Principado de Andorra. Amplio territorio con una actividad económica marcada por un dominancia agropecuaria que hizo que labores agrícolas y ganaderas se nutriesen de la alfarería para cubrir necesidades domésticas propias de los asentamientos poblacionales a un lado y a otro de la cordillera.
Como novedad, en esta edición de las Jornadas de Alfarería de Avilés, es la forma, la estética, el eje de la exposición, por esa singularidad que hace únicas a las vasijas expuestas, y no tanto por una delimitación territorial o por un uso específico -si bien la mayoría de las piezas seleccionadas tiene en común ser recipientes para agua, no se descarta ciertamente por la morfología, otras fabricadas para almacenaje de aceite o vino, caso de los dolls de Quart del s. XVIII (de diferente perfil al doll tipo Cadaqués, aún así interesantes por su contundencia formal), o las jarras o buiras occitanas para aceite.
Quien visite la selecta muestra se encontrará en el CMAE con pedarras del País Vasco (en euskera, Euskal Herria o Euskadi) con su característico esmalte blanco de estaño, plomo y arena; de Navarra (en euskera, Nafarroa), o con dournes, buiras y orjols de Iparralde (País Vasco francés) y de otras zonas francesas de Aquitania y de Occitana; así como poals (pozales) documentados ya en el s. III d.C., utilizados para extraer agua de los pozos —en su génesis sin pitorro, accesorio que se incorpora posteriormente para beber directamente del recipiente—, y dolls de origen medieval de tierras catalanas (Figueres, Quart, La Bisbal d'Empordà, Blanes, Ripoll, Belasú, en Girona, entre otros), destacando el denominado «doll de Cadaqués», de un verde intenso y brillante, curiosamente fabricado en Figueres, pero que adquiere esa denominación toponímica por el gran uso que se le dio en Cadaqués, donde fue muy escasa el agua potable para los hogares a causa de la filtración de agua salada de mar en los pozos. Y no menos sorprendente es la colección de pedarras de cobre y latón que se muestra en el CMAE, documentadas ya en el siglo XVI.
La pedarra (pegarra, pearra, kantarue, pega o pegas...) bien pudo haber entrado en territorio peninsular con la inclusión por el sur del Pirineo de alfareros, tejeros y baldoseros franceses en tierras vascas, que trajeron con ellos la dourne (durno, cagnotte, oursse, terras, péadérate, poega, banoe...), diferentes denominaciones para referirse a estos recipientes según la zona en cada país, cuyo origen se remonta a época carolingia (s. VIII), basándose en el hallazgo en un yacimiento en Saint-Lézer (Altos Pirineos), por el arqueólogo Roland Coquerel de un recipiente de perfil muy similar a la dourne, perteneciente a este periodo. Vasija nuclear de la alfarería pirenaica, rango que alcanza por la forma que se asemeja a una gran tetera (la tetera asturiana de Faro, Oviedo, es muy similar pero considerablemente más pequeña), por su gran tamaño -con hasta 40 centímetros de diámetro y una altura de 30 centímetros-, y por su caprichosa morfología aplastada que deviene en un centro de gravedad bajo, lo que facilita su estabilidad cuando se lleva llena de agua sobre la cabeza, pura física; función que recaía en la mujer, intercalando una corra o rodete de tela (en euskera y en la zona vasca sorkixa, en la zona navarra burute), como se aprecia en las imágenes que acompañan a los recipientes expuestos como recurso didáctico para facilitar al espectador una mejor comprensión de usos y costumbres pretéritas.
Costumbre tan arraigada en la sociedad vasca que incorpora en su simbología la eskontzako gorua o rueca de boda, pieza de adorno nupcial compuesta por una gorua (rueca) para hilar, una txapela (gorro) que evita que se salga el hilo, y una sorkixa, pieza de fieltro o tela enrollada que intercalaba la mujer entre la pedarra y la cabeza para facilitar el transporte de la vasija desde las fuentes hasta el hogar.
La rueca de boda solían llevarla las novias vascas y simboliza el cuidado vital de la casa que recae en la mujer: era ella la encargada del acopio de agua y de la confección de ropa. Este conjunto de eskontzako gorua, propiedad del anticuario Bitoriano Larrañaga, puede verse en la exposición, junto a otros elementos similares.
Sobresalen en la exposición anguladas panzas de las que salen despedidos largos y a veces extraños pitorros, y asas con quiebros pronunciados o que se retuercen sobre sí mismas o que abrazan otros componentes; configurando cuerpos que recuerdan formas sidéreas como si el mismísimo Isaac Asimov las hubiese ideado para una de sus fantasías de ciencia ficción; formas extraordinarias, algunas casi se diría que antropomórficas, apuntando rasgos eróticos otras, delicadas a pesar de la rotundidad formal la gran mayoría.
El espectador tiene la oportunidad excepcional de contemplar recipientes con antigüedades que van desde el siglo XVI (varios poals góticos del coleccionista Sergio Sabini, localizados en bóvedas de edificios religiosos), hasta las pedarras y dournes fabricas a lo largo del los siglos XIX y XX, tanto a un lado como a otro del Pirineo.
Son de enorme valor etnográfico la reproducción de diferentes pedarras extinguidas realizadas por el alfarero de Navarrete (La Rioja) Toño Naharro, quien junto con el historiador y coleccionista de alfarería tradicional Enrique Martínez Glera, las han recuperado para la exposición. Un hecho que rescata del olvido estas doce antiguas formas, algunas asentadas por el uso y el comercio en esta comunidad, que en los siglos XVII y XVIII se consideró la «universidad del barro» para los noveles alfareros vascos o navarros, adonde llegaban en buen número a aprender el oficio, y que los siguió acogiendo cuando a mediados del XX la decadencia del barro obligó a que se desplazaran al prepirineo riojano en busca de mejoras comerciales. Avilés tiene el honor de haber sido el impulsor de que estas viejas formas vuelvan al siglo XXI para quedarse, gracias al trabajo y tesón del investigador y a la maestría y virtuosismo técnico del alcaller.
Como en los catálogos anteriores, se utiliza la toponimia oficial a la hora de nombrar el origen de cada pieza. A modo de ejemplo, cuando aparece «Durango. BIZKAIA», se refiere a que la pieza procede de Durango (población y municipio), situado en la provincia de Bizkaia. Mientras que cuando aparece «Galarreta. San Millán/Donemiliaga. ARABA/ÁLAVA», en este caso la pieza procede de Galarreta, pueblo del municipio de San Millán/Donemiliaga, en la provincia de Araba/Álava.
Barro auténtico se verá también en la X Feria de Alfarería Tradicional «Villa de Avilés» (FATVA) los días 20, 21 y 22 de abril, y cientos de obras postales en la IV Exposición Internacional de Arte Postal en Avilés, que con el lema «el agua» (uno de los cuatro elementos que interviene en la construcción de la vasija), conecta la tradición alfarera con el mundo a través del mailart.
Sólo queda agradecer al Ayuntamiento de Avilés, patrocinador del evento, a las instituciones y a las personas responsables de cada departamento que han cedido imágenes y documentación (en ocasiones harto difícil de localizar), y a los coleccionistas propietarios de las piezas (ver solapilla del catálogo), su imprescindible participación en las XI Jornadas de Alfarería de Avilés, con lo que se ha podido construir la exposición didáctica ALFARERÍA TRADICIONAL DE ESPAÑA: el cántaro pirenaico.
De igual modo, los textos razonados de los prestigiosos investigadores Enrique Martínez Glera, Fermín Leizaola Calvo y Joan Santanach i Soler han enriquecido sobremanera la parte histórica, social y evolutiva de estas vasijas, dando luz a una extraordinaria alfarería del Pirineo, representada por la pedarra, sin parangón en el repertorio alfarero del sur de Europa.
A todos ellos, gracias.
Ricardo Fernández
Comisario de la exposición
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