Alfarería Tradicional de España: los Sonidos del Barro
Centro Municipal de Arte y Exposiciones (CMAE). 11 de abril a 20 de mayo de 2014
Con la exposición ALFARERÍA TRADICIONAL DE ESPAÑA: los sonidos del barro, parece llenarse el Centro Municipal de Arte y Exposiciones (CMAE) de Avilés, de una sinfonía de sonidos que van desde las más amables melodías de flautas, ocarinas o xiurells, silbatos mallorquines, herencia de la coroplastia ibérica; hasta roncos bramidos producidos por zambombas misteriosas ataviadas con pieles de lo más diverso, incluidas las de merluza o de lenguado tigre. Las Sextas Jornadas de Alfarería traen nuevamente a Asturias una colección única y excepcional, un centenar de instrumentos sonoros de arcilla, propiedad del EQUIPO ADOBE, colectivo que ha sido reconocido como Finalista en la modalidad de Investigación dentro de los Premios Nacionales de Cerámica en 2013; consideración que en la mente de todos los que sabemos de su fundamental trabajo encaminado a la investigación y difusión de la alfarería en España, alcanza el mayor de los reconocimientos.
Según la revista científica Journal of Human Evolution, los primeros instrumentos musicales de la Humanidad son dos flautas construidas hace aproximadamente 40.000 años (Cultura Auriñaciense del Paleolítico Superior), que aparecieron en 2009, en una investigación arqueológica llevada a cabo en la cueva Geibenklösterle, al sur de Alemania, fabricada con marfil de mamut una y la otra con el hueso radio de un buitre leonado. Desde entonces, en su continuo desafío por dominar la Naturaleza, el ser humano ha intentado domesticar el sonido, reproduciéndolo con carácter ritual con el que acercarse a sus dioses, festivo para mostrar alegría y romper la rutina, como un código de comunicación para avisar de ciclos o presencias dentro de la colectividad o con un sentido práctico para regular jornadas, vinculado a la caza o para controlar los rebaños.
Un instrumento sonoro es aquel que emite un sonido al repercutir sobre alguna de sus partes; mientras que, para que exista el sonido, es necesaria la vibración de un cuerpo, trasmitiéndose por un elemento físico, amplificándose las vibraciones en una caja de resonancia, permitiendo que sean percibidas por el oído. Circunstancias que reúnen las piezas expuestas destinadas a producir sonidos tan distintos (y tan idénticos) como los trinos de determinadas aves o como el sonido seco obtenido del cántaro mayo que actúa como bajo en las canciones populares del folklore español o el repiqueteo de las tejoletas, instrumento similar a las castañuelas compuesto por dos trozos de teja o de una vasija rota y que, colocadas entre dedos expertos, suenan como si restallasen infinitos voladores violentando el silencio o como el sonido bronco y sordo de la zambomba, vocablo que proviene del congolés zimbembo, con significado «canto de los funerales» en alusión al carácter fúnebre de los membranófonos de fricción africanos. Precisamente fueron esclavos del Congo quienes introdujeron este instrumento en España en los siglos XV y XVI y que, perdida su funcionalidad hierática, pasó a ser parte de nuestra Navidad.
Los instrumentos musicales no escapan de la necesidad insoslayable de clasificar y ordenar que tiene el ser humano, acontecimiento que ocurre por primera vez 4000 a.C. en China, donde se consideraron ocho sonidos según los materiales con que eran construidos los instrumentos que los producían: arcilla, bambú, calabaza, cuero, madera, metal, piedra y seda. En Europa hay que esperar hasta los siglos XV y XVI para encontrar una clasificación de instrumentos que se hace en función del material con el que están fabricados.
Es en 1880, cuando el erudito y músico belga Victor Charles Mahillon, restaurador del Museo del Conservatorio de Bruselas, idea una nueva clasificación con la que unifica los diferentes criterios buscando una mayor coherencia para lo que mantiene las familias según el elemento que entra en vibración (cuerda y viento), diferenciando los otros elementos vibrantes, membrana en el caso de los tambores o la masa entera del instrumento como es el caso de platillos, castañuelas o tarrañuelas tomando como referencia la palabra griega fono, cuyo significado es «sonido». Sobre esta base denomina las divisiones como membranófonos (instrumentos en los cuales el material que entra en vibración es una membrana); cordófonos (cuando el material que entra en vibración es una cuerda); aerófonos (si lo que entra en vibración es el aire) y autófonos (aquellos instrumentos en los cuales el material que entra en vibración es el mismo que compone a la pieza).
Erich Moritz von Hornbostel, director del Berlin Phonogramm Archiv y Curt Sachs, quien trabajaba en la Staatliches Instrumenten Samlung de Berlín, pioneros en la concepción de la organología moderna, desarrollaron un definitivo y completo sistema teniendo en cuenta la compleja anatomía de los instrumentos a nivel mundial, estableciendo como principio de división la naturaleza del grupo mismo, publicando en 1914 su trabajo bajo el título Systematik der Musikinstrumente (Clasificación de Instrumentos Musicales).
El sistema Hornbostel-Sachs es el universalmente utilizado hoy por los etnomusicólogos y organólogos para la ordenación de instrumentos musicales, el cual mantiene los cuatro principios de clasificación de Mahillon, estructurando cada grupo según un modelo decimal (cada nivel superior de clasificación puede contener múltiples subniveles), cambiando el rubro autófono por idiófono al asumir la raíz griega idio como «lo propio» en vez de auto que significa «por sí mismo», con lo que se excluyen los instrumentos autómatas y agregando un quinto grupo denominado electrófono, compuesto por instrumentos que producen sonido mediante osciladores electrónicos como los sintetizadores.
ALFARERÍA TRADICIONAL DE ESPAÑA: los sonidos del barro, ofrece la oportunidad de descubrir cómo el ser humano ha venido utilizando los sonidos producidos por instrumentos sonoros de barro a lo largo de la Historia para exteriorizar sentimientos profundos en ritos, costumbres y fiestas de otros lugares diferentes a la comunidad de Asturias, donde no se conoce su uso más allá del que adoptaban los emigrantes asturianos cuando se reunían para danzar y corear cánticos con los que sentirse un poco más cerca de la tierra madre, según describe el número 174 del DIARIO DE MADRID, del jueves, 23 de junio de 1803: «Manda el Rey nuestro Señor, y en su Real nombre los Alcaldes de su Real Casa y Corte: que por quanto está prohibido que los vecinos y moradores de Madrid, de qualquier estado, calidad y sexó que sean, usen panderos, sonajas, bocinas, zanbombas, gaytas, caracolas, silbatos, y otros instrumentos ridículos, con pretexto de la alegría y regocijos con que celebran las noches de S. Juan y S. Pedro; y habiéndose experimentado que algunas personas inconsideradas se han propasado á otro exceso mas perjudicial, qual es el de insultar de palabra y obra, prorumpiendo en expresiones obscenas, pasando aun a demostraciones lascivas é impuras, cuyos excesos son reprehensibles y dignos de exemplar castigo; por tanto se ha mandado publicar por bando, y fixar el presente, por el que se previene y ordena: que ninguna persona, de qualquier sexó y calidad que sea, use en las mencionadas noches de S. Juan y S. Pedro de panderos, sonajas, gaytas, ni otros instrumentos rústicos y ridículos, griterías, ni algazaras, y aun se prohíbe mas estrechamente que provoquen e insulten con expresiones lascivas y obscenas, ni que se excedan en cometer acciones indecentes, y demostraciones impuras é impropias de la religión y christiandad de los vecinos y habitantes de Madrid, ni insultar con ramos ni flores, dando con ellos, como se ha observado últimamente lo executan; baxo la pena contra los contraventores de ocho años al servicio de las armas, sin que para ello valga fuero alguno, aunque sea Militar ó de Casa Real, ni exéncion, por privilegiada que sea (como está declarado por Real órden de 18 de Mayo de 1787); y siendo mugeres, la de reclusión á arbitrio de la Sala; y la de que se impondrán otras según la calidad, sexó y circunstancias de las persona. [...] Por haberse notado que los Asturianos que se ocupan en ser mozos de cuerda, aguadores, apeadores, de carbon, sirvientes, y en otros exercicios se juntan en quadrillas con palos ó estacones á baylar la danza prima en el prado que llaman del Corregidor, inmediato a la fuente de la Teja, de que resultan quimeras, alborotos, heridos, y otros escándalos: se prohíbe que en quaquiera dia ó noche se junten en quadrillas los Asturianos ú otras personas con palos o sin ellos, así en el citado prado del Corregidor, como en otro parage de las afueras de esta Corte con el motivo de tener el bayle de danza prima, ni otro alguno, ni susciten quimeras ó qüestiones, formando bandos en defensa de sus Concejos, ni sobre otro asunto, pena de que al que contraviniere se le destinara irremisiblemente por seis años á uno de los Presidios de África, y se le tratará como perturbador de la tranquilidad pública. Y para que llegue á noticia de todos, y nadie pueda alegar ignorancia, se publique por bando en la forma ordinaria, y de él se fixen copias impresas, autorizadas de D. Ignacio Antonio Martínez, Escribano de Cámara mas antiguo y de Gobierno de la Sala. Y lo señalaron en Madrid á 23 dias del mes de Junio de 1803. Está rubricado.»
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