Culture
Avilés dedica las XIV Jornadas de Alfarería a la "Alfarería Tradicional de España: mujer de barro, alfarería femenina"
29 abr. 2022
La exposición, que se inaugura esta tarde en el CMAE, explora, desde el punto de vista de la alfarería, la evolución de la situación de la mujer en la sociedad de España en los dos últimos siglos. Un muestra que es reflejo e interpretación desde las manos femeninas, en la que se podrán ver 130 vasijas cedidas por museos y coleccionistas especializados

 


 

Las XIV Jornadas de Alfarería de Avilés exploran, desde el punto de vista de la alfarería, la evolución de la situación de la mujer en la sociedad de España en los últimos dos siglos. Se inauguran en la tarde hoy, viernes 29 de abril, en el CMAE, con la exposición "Alfarería Tradicional de España: mujer de barro, alfarería femenina", a las 18.00 horas.

En la inauguración de la muestra, que permanecerá en exhibición de forma gratuita hasta el 26 de mayo, participa Yolanda Alonso, concejala de Cultura de Avilés, acompañada por Ricardo Fernández, coordinador de las Jornadas, además de coleccionistas propietarios de algunas de las piezas. Se podrá visitar de martes a domingo, de 18.00 a 21.00 horas.

La exposición explora un aspecto importante en la sociedad española de los dos últimos siglos: el lugar de la mujer en gran variedad de situaciones a lo largo de su ciclo vital en la España de Galdós y Baroja, un país anquilosado por una mentalidad cerrada y trasnochada que lastró su evolución.

 

Supone una invitación al espectador a recorrer un camino de barro, como son las 130 vasijas antiguas que encontrará en el CMAE, una exclusiva colección de incuestionable valor antropológico, cedidas por varios museos y por los más prestigiosos coleccionistas españoles de esta materia.

 

El visitante descubrirá el cosmos de la mujer a través del barro, contemplando jarras o botijos de ajuar, cántaros de novia o de boda, piezas relacionadas con la protección del hogar o contra las brujas, tostadores de azafrán, chocolateras o frieras canarias, cocios y tablas de barro para lavar la ropa, platos mortuorios de sal que acompañaban a la difunta durante su tránsito a la otra vida, o loza y porcelana magistralmente decorada por trabajadoras fabriles y una exclusiva representación de alfarería femenina salida de ruedas y tornos manejados hábilmente por mujeres.

 

Distribuida por etapas, la exposición recorre el nacimiento e infancia de la mujer, pasando por la educación en la escuela, su mocedad, su condición de novia, de esposa y de madre, o de monja cuando así lo dispuso la fe o las circunstancias personales que empujaron a no pocas mujeres a recogerse o ampararse en conventos o monasterios, sin olvidar su papel como trabajadora fuera del ámbito familiar como alfarera o productora en las locerías fabriles. Finaliza con el tránsito por la ancianidad, haciendo una incursión en la cruel y despiadada «caza de brujas» (siempre mujeres), donde el barro vuelve a ser testigo del temor popular hacia el mal.

 

Un discurrir por la identidad femenina matizada por las vertientes sociales y culturales de cada región. Desde los juguetes de las niñas, diminutas piececitas de barro que reproducen fielmente la forma del ajuar doméstico que sus madres utilizaban en la cocina, con las que emulaban a sus mamás siguiendo el patrón establecido y aprendiendo de paso el camino hacia su destino, hasta piezas tan singulares como la paridera, especie de asiento sin tapa de unos 60 centímetros de altura y con una abertura central, ideada para llenarse de agua muy caliente para que los vapores ayudasen a la dilatación y para facilitar el parto en una posición ergonómica y natural en el propio domicilio.

 

Sorprenderá cómo algunas de las vasijas se adaptan con mimo a la morfología femenina para un mejor desempeño de su función, y otras que supusieron un imprescindible recurso en momentos críticos, íntimos y personales de cualquier mujer. Piezas relacionadas con la fertilidad, la maternidad y el parto como parideras, sacaleches, pezoneras y biberones, lebrillos para baños de asiento posparto o bañeritas para el recién nacido, escalfadores para el aseo tras el alumbramiento, sahumerios e incensarios para purificar el aire en la habitación de la parturienta, sonajeros, amuletos o gánigos ceremoniales canarios con todo su simbolismo.

 

En una mujer orientada desde la cuna a cumplir el ideal femenino, encorsetado por esquemas y por códigos dictados por los órdenes establecidos, tanto fácticos como jurídicos, políticos, religiosos, educativos o económicos; que formaban parte del inconsciente colectivo, abocando a la mujer a asumir su destino sin remisión, como una «suerte» natural, desempeñándolo por otra parte con dulzura, sabiduría y coraje con el que sustentar el amor por los suyos, para la que el sacrificio era una parte consustancial en la empresa de vivir y para la que el momento del matrimonio, y luego el de la maternidad, constituían los estadios más importantes de su existencia.

 

No se debe olvidar que el arte de modelar vasijas tiene un origen femenino, enraizado en las primitivas sociedades agrícolas del Neolítico, con la mujer como artífice del aporte instrumental necesario para el desarrollo cotidiano y la subsistencia del hogar. La evolución de la humanidad origina una alteración del rol de la mujer, y aquella alfarería femenina de subsistencia muta a oficio jerarquizado con su propia deontología, definido por condicionantes productivos y económicos y capitalizado por el hombre, cuya hegemonía relegó a la alfarera a posiciones testimoniales o, según en qué sociedades rurales subdesarrolladas, a mano de obra explotada por el propio hombre, quien gestionaba el beneficio de la venta de la obra fabricada por la mujer, atribuyéndose incluso su autoría.

 

Con ello, quien visite la exposición podrá adentrarse en aquella sociedad monolítica y estigmatizada por prejuicios consustanciales que formaron parte del inconsciente colectivo y que encasilló a la mujer de los siglos XIX y XX, sobre todo a la rural, en un arquetipo de segundo nivel, gris y subordinado por criterios y dictámenes patriarcales, cuya existencia, desde el nacimiento hasta la muerte, se vio subyugada por costumbres y creencias ancestrales tal y como cuenta el barro, cronista de su historia.

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