Festivals and Celebrations
Pregón fiestas El Bollo 2023
10 abr. 2023
José Manuel Velasco, productor audiovisual

 


 

Alcaldesa de Avilés, alcaldesa de San Agustín de la Florida, concejales, autoridades señoras y señores. Buenos días

Me gustaría empezar este pregón como debe de hacer un productor, contándoos una película.

Bienvenido Mr. Marshall, del genial director Berlanga, es una de las mejores comedias del cine español. En ella hay una escena inolvidable en la que el maravilloso actor Pepe Isbert se dirige desde el balcón del ayuntamiento, a una plaza llena de gente que esperaba saber si los americanos iban a traer la prosperidad al pueblo. En aquella memorable escena, el protagonista no sabía cómo empezar el discurso, y estaba como más o menos estoy aquí yo ahora, que no le llegaba la camisa al cuello. Decía algo parecido a esto, adaptado:

-Avilesinos y avilesinas, como pregonero vuestro que soy os debo una explicación. Y como os debo una explicación, os la voy a dar. Yos la voy a dar porque os la merecéis.

Me pregunto, como se preguntaba Almodóvar, como os preguntaréis vosotros

¿Qué he hecho yo para merecer esto? ¿Qué he hecho para tener el privilegio de dirigirme como pregonero a mis paisanos en este día del Bollo tan especial, para Avilés y, sobre todo, para mí?

Pues creo que no estoy aquí por todo lo que ha dicho el amable Giuseppe, presentador de este evento, que me parece un poco exagerado, pero que a las abuelas que ya no tengo, les hubiera encantado escuchar.

No estoy aquí por haber hecho películas, que han ganado Goyas, o programas de televisión que han ganado premios, o series para Amazon o para Netflix, o reality shows  de audiencias millonarias , o musicales como Cabaret o Jesucristo Superstar, u obras de teatro como "Muerte de un viajante" o "El Coronel no tiene quien le escriba".

Estoy aquí en primer lugar porque Mariví Monteserín y los concejales del ayuntamiento,  han tenido la generosidad de regalarme la oportunidad de leer este pregón hoy, precisamente 130  años después de que se comenzará a celebrar el día del Bollo, y 30 años después de que, siendo entonces nuestra actual alcaldesa la concejala de festejos, se inaugurara la tradición de la Comida en la Calle. Gracias Mariví, gracias Yolanda -que sé que tuviste mucho que ver- y gracias querido consistorio.

Pero antes de nada quiero aclarar algo importante:

Yo no estoy aquí porque haya nacido en Avilés.  (Acabo de hacer lo que en teatro  se llama, una pausa dramática)

Un día, hace muchos años, en ese momento de la infancia donde los niños hacemos preguntas existenciales a los adultos, intrigado por las distintas procedencias de mis compañeros de clase, le pregunté a mi padre:

-Papá, ¿yo, de dónde soy?

Y él, muy serio, me contestó que yo era coreano. Imaginaros el susto. En aquella época Corea solo nos sonaba porque los mismos americanos de la película de Berlanga se habían metido en una guerra interminable que salía en las noticias. Por un momento pensé que era adoptado, pero inmediatamente mi padre me reveló que mi madre y mis hermanas también eran coreanas. Yo ya no sabía que pensar, me vino a la cabeza una serie que ponían en la tele, Kung Fu….  Al ver mi cara de pequeño saltamontes asustado, mi padre  me aclaró entre risas que, coreanos, era como llamaban los de Avilés, con cierta sorna, a los que habíamos venido de fuera, a los que no habíamos nacido allí. Pero que, tranquilo, que nosotros éramos coreanos de la cuenca minera, coreanos del norte, que en este caso era un atenuante.

Mi padre tenía un sentido del humor muy especial, pero aquella anécdota me hizo pensar mientras preparaba este pregón. ¿De dónde soy, de donde somos en realidad?

Pues os tengo que decir que después de una semana santa de reflexión, ayuno y abstinencia, proclamo a los cuatro vientos de cuaresma, que soy de Avilés, aunque confieso que a aquel chavalín le hubiera hecho ilusión ser un monje de Shao Lin y dar patadas voladoras.

Creo que soy quien soy, porque Avilés me ha hecho lo que soy. No toda la vida he sido de Avilés, pero soy de Avilés de toda la vida.

Porque como decía el único filosofo con boina que conocí:

”No yes de donde naces, yes de dónde paces”

Se es, de donde el alma despierta a la existencia, y se alimenta de las primeras vivencias, emociones y experiencias. Se es, de donde se aprende a devorar la hierba de  la vida a bocados,  durante esos años  en los que se conforma para siempre  una forma de ser, la tuya.

Son esos momentos, en  los que  se aprende a vivir, y empieza uno  a sentirse parte de algo más grande. Para mi ese algo más grande fueron Avilés y su gente. Ese periodo que marca la vida lo pase aquí, por eso soy como soy, y por eso, soy y seré siempre de Avilés.

A principios de los años sesenta justo hace sesenta años mi padre Pepe Velasco, lo que ahora se llamaría un emprendedor, nos trajo a mi madre y a mí, con tres años,  a vivir a Avilés , para abrir junto a sus hermanos un comercio  de lo que era la tecnología punta de la época, los  electrodomésticos.

Hasta los años cincuenta y sesenta la ropa se lavaba a mano, las cocinas eran de carbón, y era en las fresqueras, una especia de neveras primitivas sin enchufe y con ventanas a la calle, donde se conservaban los alimentos.

En aquello años a Avilés había llegado un Mr. Marshall que no había pasado de largo, como en la película de Berlanga. Se llamaba Ensidesa, y de su mano llegaron a la entonces tranquila y elegante Villa, decenas de miles de personas procedentes de todos los lugares del país. Eran, éramos,  los coreanos ,por  esa costumbre tan asturiana de inventarnos apodos cuyo significado muchos acaban llevándose a la tumba, eso sí  previa publicación del  correspondiente apodo en la esquela de La Voz de Avilés o de La Nueva España.

El origen, en este caso, se debía a que la oleada de los nuevos avilesinos, coincidió con la vuelta de las tropas americanas de la guerra de Corea y parece que de ahí venía el apelativo.

Gracias a la llegada de la siderurgia, Avilés multiplicó su población y se convirtió, en la ciudad con mayor crecimiento  demográfico y económico ,de una España que  se sacudía el letargo de la posguerra. Aquellas fresqueras se convirtieron en frigoríficos, las cocinas de carbón dieron paso  a las eléctricas,  y las lavadoras superautomáticas sustituyeron a las lavanderas.

Avilés era como una Nueva York en miniatura en Asturias, una pequeña manzana de diversidad, una combinación de acentos y formas de ver la vida, de familias que venían de toda España. Era una ciudad abierta, donde había más gente de otro sitio que de aquí. Sin estatua de la libertad, pero con una recién descubierta prosperidad.

Los coreanos, paradójicamente, hicieron de Avilés una ciudad muy americana, una tierra de oportunidades, muy transversal en lo social, y donde todo el mundo se relacionaba con todo el mundo. Hasta teníamos nuestra   Miami Beach aquí al lado en Salinas, donde llegaron entonces los primeros surferos, unos californianos aventureros, llamados Steve y Mike, a los que todavía recuerdo. Era casi el american dream, el sueño avilesino.

Hay que remontarse casi 1000 años, a la época del Cid, a cuando Avilés se convirtió por privilegio real en villa antes que Gijón, Bilbao o Santander , para encontrar un momento de  cambio y prosperidad parecido. Entonces  vino también, de  una llegada masiva de nuevos avilesinos, los francos provenzales que también  se integraron rápidamente en aquella villa cosmopolita.

Una villa es el ecosistema social ideal para vivir, es como ser de ciudad y de pueblo al mismo tiempo, pero con privilegios reales. Porque la relaciones son reales , la gente es de verdad, y no solo importa el tamaño, importan las personas.

Hace años cuando vino Brad Pitt a Avilés, por aquello de mi relación con el cine, me pidieron que le acompañara a dar una vuelta para enseñarle algunos sitios. En un paseo de diez minutos nos pararon 20 veces. Me comentaba él después, que no se imaginaba que le iba a conocer todo el mundo. Yo le dije, medio en broma medio en serio, que no era por él, que Avilés era así, que cuando iba con mi padre por la calle de la cámara de pequeño, nos paraban incluso más veces. Porque en Avilés todos somos famosos. Todos nos conocemos. En Avilés la soledad se vive en compañía, y las fiestas en multitud

Fue entonces, en aquella Villa poliglota de acentos y abierta de brazos y de mente, donde renacimos Avilés y yo.

Aquí al lado, detrás de donde entonces estaba Precios Único, que veo que sigue con todo a cien, abrió el comercio  de mi familia: ESTABLECIMIENTOS VELASCO. Una tienda de electrodomésticos y otra de discos. Justo encima estaba nuestra casa. Aquel negocio, fue creciendo a base del trabajo y del esfuerzo de todas las personas que formaron parte de aquella aventura. La cosa funcionaba.

Pocos años después en la calle San Bernardo, frente al Café Pandora, abrieron mi padre y sus hermanos, una mueblería de seis plantas. Aquello fue un más difícil todavía, hubo momentos de incertidumbre. Pero funcionó. De aquella tienda de muebles, salieron los colchones y las camas, donde fueron concebidos una gran parte de la generación del baby boom avilesino, que estáis hoy aquí. En los años sesenta, setenta y ochenta, era difícil encontrar a alguien que no tuviera en su casa algo de Velasco, como llamaban familiarmente al negocio. Entonces no existían ni el Corte Inglés ni Amazon, todo se compraba en la tienda de al lado, y el comercio local era una fuente de generación de riqueza y de empleo que se quedaba literalmente,  en casa.

El comercio de Avilés floreció aquellos años, Del Río, Los Castros, Metropol, Herminio. Ahí enfrente veo incombustible a Pepita y un poco más abajo La Economía. Eran, aquellas tiendas con mostrador, sin códigos de barras ni asistentes virtuales.

Pero aquello para mí también tenía sus inconvenientes. Las madres de mis amigos no eran solo las madres de mis amigos, eran clientas.  No sabéis lo que era ir a merendar a casa de alguien, con doce años y que  su madre ,ofreciéndote un  bocadillo de foie gras ,más gras que foie porque todavía no se había inventado ni el aguacate ni el colesterol, te dijera :

-Joselín, dile a tu padre que nos salen unas rayas verticales un poco raras cuando ponemos el UHF.

Aclaro que el UHF venía a ser como el Netflix de la época.

 De hecho de ahí me vino la afición a la tecnología. A base de meriendas y saltos de sincronismo vertical, aprendí a perderle el miedo a ese aparato para el que todas la familias miraban hipnotizadas, la tele.

Seguramente aquello me marcó, pero sobre todo me hizo consciente, de lo importante que era el negocio audiovisual para la felicidad de la personas  Pan, con foie gras , y circo ,con los payasos de la tele, en los que empezaba Milikito,  Emilio Aragón,  con el que fundaría luego mi primera productora de televisión.

Fueron años felices en los que crecí con Avilés. En los agustinos, donde aprendí a aprender y luego en el Carreño Miranda donde empecé a querer cambiar el mundo. Eran años de curiosidad infinita en los que planté un árbol, monté una torre Eiffel de marquetería, que me hizo siempre sentirme muy europeo, y un avión que nunca voló. Aprendí a jugar al baloncesto, y al futbolín ,arrastrando, y también algo de Química, Biología, Historia y filosofía, una combinación imposible de optativas, que dejaba atisbar mi poco ortodoxo futuro. Médico y productor 

En aquellos años aprendí a ser de Avilés y también a ser yo, en ellos está el origen de muchas de las cosas a las que me he dedicado después. Aquí empecé a rodar, literalmente,  lo que llamaríamos en televisión, el episodio piloto de mi vida.  

Con mi padre íbamos a gastar bromas a los vecinos disfrazados, el día de los inocentes, como luego hice durante casi treinta años en el programa "Inocente Inocente", para recaudar fondos para la infancia. Porque también aquí descubrí la solidaridad de la mano del padre Ángel, al que todavía me une una buena relación, en aquella Cruz de Los Ángeles con la que colaboraba mi madre, precursora de la ONG Mensajeros de la Paz.

Aquí descubrí el cine, en las sesiones dobles del Ráfaga donde conocí a Billy Wilder y a Scorsese y del Marta y María donde vi “Cría Cuervos”  del gran maestro Carlos Saura, recientemente fallecido, con el que después produje varias películas y obras de teatro.

Porque también entonces descubrí el teatro, en mi primera y última intervención como actor, en una función de fin de curso en el Palacio Valdés  , pero de la que todavía presumo con Imanol Arias o Juan Echanove , cuando estrenamos alguna obra en  el mismo escenario. Les recuerdo que allí actué yo antes que ellos. Lo que no les cuento, es que nunca me llamaron más para hacer ningún papel.

Pero lo que ya redondea la historia es que  en Avilés fue donde por primera vez con mi primo y socio Secundino ,produje un programa de televisión. Fue literalmente aquí para el ayuntamiento, siendo alcalde Manolo Ponga. Era nada menos que un concurso, en realidad era un concurso de ganado , un reportaje sobre el centenario del de la magdalena .Es verdad que en  el curriculum queda muy bien decir que con veinte años, ya hacia concursos, así que tampoco doy muchas explicaciones.

Recuerdo que en aquella primera producción queríamos hacer algo rompedor ,  y a punto estuvo de serlo de verdad. Mi ilusión de cineasta incipiente era hacer un plano secuencia , que es básicamente conseguir que el punto de vista de la cámara se mueva desde el suelo hasta el cielo como si el camarógrafo  fuera un pájaro. En cierto modo lo era , el pájaro que  llevaba la cámara, era yo.

En nuestra inconsciencia juvenil le pedimos, para ello, al alcalde, el recién comprado camión de bomberos con grúa. No os podéis imaginar los que es subirse a una grúa de 40 metros, casi tocando el reloj que veis aquí encima, el día después de la danza prima, con un poco de resaca  y un mucho de viento, o a lo mejor era al revés. Efectivamente estuvo a punto de ser rompedor.

Ya hacíamos entonces reportajes para Panorama Regional, que fue el principio de lo que después fue la TPA donde con un equipo de 100 personas llevamos 18 retransmitiendo Asturias para todos los asturianos.

Pero como no solo de pan o de bollo, vive el hombre, no solamente desarrollé entonces los fundamentos de lo que luego fue mi trabajo y mi pasión, entretener a la gente mientras me entretenía haciéndolo. También me desarrollé como persona, como ser humano.

 Y aquí las emociones me vienen al corazón, en primer lugar, mi familia. Mi padre, emprendedor incansable, del que aprendí a no rendirme nunca. Mi madre, Sari para la que el mayor cumplido de su vida fue cuando le dijeron hace 50 años  sus amigas de aquí, que ella era de Avilés de siempre. No sabéis lo que supone eso para una coreana. Mis hermanas Luisa, Bea  y Lucía ,de las que una de ellas  sigue viviendo aquí.

Tengo que confesar que a ellas el día del bollo les tenía cierta envidia.

Las veo subidas en la carroza , en lo que era una de los momentos donde ellas eran las reinas y las xanas  y yo el  paje. Nunca entendí muy bien porqué, ni entonces ni ahora, hay reyes y trasgus del bollo, y ahí lo dejo alcaldesa.

Y luego están mis amigos y amigas ,Secundino, Manolo, Pitili ,Fernando, Juan Pablo, los  Javieres , María José, Virginia , Begoña, Oriente, con los que aprendí a compartir, a reír y a querer,  durante nuestras interminables horas vagando sin rumbo por estas calles. En el dulcinea, en el arca ,  o en el  Maruxa. Y no se me olvidan, esas noches interminables de juventud, en las que nos daban las cuatro las cinco y las seis. Y en las que cuando cerraban todos los bares, nuestro querido Galé, entonces adolescente, sacaba la llave que había conseguido de  la confitería que tenía su abuela aquí al lado, donde  desayunábamos  clandestinamente y con nocturnidad los bollos de pascua , con  chocolate sin churros, que al día siguiente, alguien echaba de menos.

Y pasaron los años, y me casé con la mujer de mi vida Yoli y ella decidió que mi primera hija, Sara, naciera en Avilés. A punto estuvo también de nacer el segundo, Víctor, al que siempre le digo, lo que le voy a decir ahora:

-Que sea la última vez que naces en Madrid, chaval

El tercero, Jose, es el madrileño más asturiano de la capital.

Reivindico con estos recuerdos de vida y con este pregón, que Avilés, a lo largo de su historia,  se ha hecho también con los que no nacimos aquí, pero somos de aquí.

Claudio Luanco sin ir más lejos. Fundador de estas fiestas del Bollo  y promotor nada menos que de  la unión del Avilés partido por la ría, y del Teatro Palacio Valdés, no había nacido aquí, pero contribuyó a construir el Avilés que todos conocemos.

Y lo hizo con más ideas y empuje que dinero, con más imaginación que recursos. Era médico y en cierto modo también productor de eventos. Así se inventaron esta folixa para celebrar que acababa la cuaresma y empezaba la primavera, para unir y motivar a la gente. Como símbolo, propusieron el Bollu un mantecado en forma de trébol de cuatro hojas para atraer a la suerte.

Y como los discursos deben ser inspiradores, y más en estos tiempos difíciles de guerras, recesión y crisis económica , quiero para acabar, mirar al futuro desde el pasado. Quiero proponer en este pregón, que recuperemos el espíritu de aquellos años en los que Avilés atraía a gente de todos los sitios, a soñar juntos.

Ahora partimos de una situación mucho mejor que la que entonces tenían nuestros padres y abuelos. Avilés esta precioso y ahora con esos nuevos electrodomésticos, llamados tablets y ordenadores, no hace falta salir de Avilés para estar en cualquier lugar del mundo.

Pedro Menéndez cruzó 50 veces el atlántico, cuando no teníamos aeropuerto ni vuelos low cost.

Nosotros lo podemos cruzar quinientas. Nunca en nuestra historia ha habido más ayudas para emprender, ni ha sido más fácil aprender. Nunca hemos tenido a los americanos, a los coreanos y a los indios, tan cerca.

No han pasado de largo. Aquí está, hoy con nosotros, la alcaldesa de San Agustín, para ser nuestra embajadora en las Américas.

¡Bienvenida Mrs. Nancy! 

 Aquí esta Avilés para ser su puerta de iniciativas en Europa.

Así que, desde aquí, como coreano y avilesino que soy, os invito a todos a saltaros el guión de este juego del calamar en el que estamos metidos, y a escribir vuestra propia historia. Os invito a sentir el vértigo que yo sentí en aquella grúa que me llevaba al cielo.

Hay que ponerse el mundo por montera, que es lo que voy a hacer ahora mismo, y lo digo   literalmente, no es una metáfora.

Quiero despedirme con un brindis al sol, porque ahora hasta hace bueno en Avilés, un brindis al optimismo, a la aventura, y al emprendimiento. Porque lo que te hace convertirte en alguien, no es donde naces ,o en qué circunstancias, sino lo que haces con eso que te dan al nacer, ya sea en Corea o en Avilés.

Como decía mi entrenador de baloncesto en la Atlética Avilesina, nunca metes los triples que no tiras.

Viva el futuro, Viva Avilés y Puxa el Bollu.

 

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