Alfarería Tradicional de España: el Aceite
Centro Municipal de Arte y Exposiciones (CMAE). 7 a 30 de abril de 2016
La exposición didáctica que llega al CMAE de Avilés, ALFARERÍA TRADICIONAL DE ESPAÑA: el aceite, acerca al espectador un centenar de vasijas originales de diferentes localidades españolas relacionadas con el cultivo, elaboración, almacenamiento y uso de este rico y saludable alimento, «oro líquido» con múltiples aplicaciones tan variadas que abarcan todos los ámbitos, humanos y divinos.
Es protagonista en la cocina española, tanto crudo como utilizado para conservar otros alimentos o como ingrediente en guisos; el aceite se usa como base para pomadas, ungüentos o esencias de olor para masaje; como combustible en candiles y lucernas; para suavizar los ásperos tejidos de lino se bañaban en aceite y miel; como lubricante: el aceite de orujo saponificado sirve para la fabricación de jabones (el jabón Heno de Pravia contiene en su fórmula aceite de oliva y en su logotipo aparece una ramita de olivo. En 1903 pasó por Pravia, municipio asturiano, Salvador Echeandía Gal, cofundador de Perfumería Gal, quien quedó impresionado por el aroma que desprendía el heno recién cortado, decidiendo crear un perfume con aquel olor, origen de este jabón).
En medicina Hipócrates recomienda el aceite de oliva para curar la úlcera. Plinio el Viejo recopiló las recetas conocidas a cerca de la elaboración de ungüentos y pomadas y parte de estas advertencias llegaron posteriormente en el siglo XV a inspirar la obra Tacuinum Sanitatis, en la que el aceite de oliva ocupa una posición importante, cuyo manuscrito se conserva en la Biblioteca Nacional de Francia.
Se dice de los árabes que sólo son felices donde florece el olivo, cultura que ha legado a la lengua española gran cantidad de términos relacionados con la aceituna y el aceite, como algorín, almazara, alpechín, alcuza o, el propio nombre aceite, azzáyt, que significa jugo de aceitunas, así como azzaytúna, o aceituna.
En la hagiografía la recolección de la aceituna coincide con el día de veneración de santa Catalina, el 25 de noviembre. Se rezaba a san Miguel para que los candiles quemasen correctamente. Del sepulcro de san Nicolás, festividad que se celebra el 6 de diciembre, comenzó a manar aceite que curaba todos los males imaginables.
Según la mitología, el olivo fue plantado en Atenas por Palas Atenea, diosa protectora de la ciudad, como símbolo de paz, pero fue el semidiós romano Hércules quien le otorgó inmortalidad al plantar su bastón de olivo en la tierra, lugar donde brotó al instante un nuevo árbol.
En la antigüedad, en los primeros Juegos Olímpicos celebrados en 776 a. C., ya se ofrecía a los ganadores de las pruebas deportivas una ramita de olivo como reconocimiento de triunfo. En las fiestas panateneas (similares en importancia a los Juegos Olímpicos) a los vencedores se les premiaba con ánforas de aceite de oliva (en las denominadas ánforas panatenaicas), usándose también como excipiente para bálsamos con los que se ungía el cuerpo preparándolo para el amor o para la guerra.
Cientos de usos a los que la alfarería aportó soluciones prácticas que facilitaron la vida a las diferentes sociedades a lo largo de la historia, creando piezas adaptadas a cada uno de ellos.
En España introduce el cultivo del olivo la civilización fenicia hacia el 1100 a. C., creciendo con el comercio con Grecia, aumentando la producción olivarera tras la ocupación romana de Hispania a partir del 218 a. C. Antes de ese momento era habitual el empleo de grasas animales como la manteca (grasa de cerdo) o mantequilla (subproducto de la leche de vaca), y fueron los árabes los que impulsaron el cultivo del olivo en Andalucía, convirtiendo a España en el primer país productor de aceite de oliva a nivel mundial. Los romanos impusieron el pago de los tributos bajo forma aceite de oliva y clasificaron el aceite en cinco calidades: oleum ex albis ulivis, procedente de la molienda de las aceitunas verdes; oleum viride, procedente de aceitunas recogidas en el estadio más avanzado de maduración; oleum maturum, procedente de aceitunas maduras; oleum caducum, procedente de aceitunas caídas al suelo y oleum cibarium, procedente de aceitunas casi podridas, que fue destinado a la alimentación de los esclavos.
Asturias es tierra fértil en cosechas de frutos diferentes a la aceituna, así pues, la ausencia de trujales, almazaras, vasijas para aceite y la oleicultura está justificada, lo que no fue óbice para que esta alfarería tuviese una mínima representación en los hogares asturianos, caso de la pequeña aceitera de Miranda (Avilés), de forma globular y con su característico color negro, o la alcuza de Faro (Oviedo), de esbelto cuello, esmaltada en blanco y decorada con unas finas líneas verdes y que ilustra la portada de este catálogo.
Son estas las piezas (hoy elementos culturales, fundamentales para la etnografía española) que pueden verse en la exposición ALFARERÍA TRADICIONAL DE ESPAÑA: el aceite, donde cada obra es un documento vivo que cuenta al público asturiano y foráneo que la visite un poco de historia del lugar donde se usó, costumbres y recursos de lugares marcados por una fuerte presencia olivarera; sólo en Jaén hay sesenta y seis millones de olivos, setecientas quince almazaras y uno de cada cinco litros de aceite que se consume en el mundo proviene de estos «océanos de olivos» que tal parecen las plantaciones andaluzas, con sus troncos con formas caprichosas creadas por la naturaleza -la mayor artista-, precursoras del bioarte más contemporáneo.
Una selección de formas para aceite, inventariadas y catalogadas, pertenecientes a: Colección Vicente Alvado (Alicante), uno de los coleccionistas de alfarería tradicional más importantes de Europa; Colección Ágata y Paco (Madrid), con extraordinarias piezas bien conservadas e identificadas; Colección Enrique Martínez Glera (Logroño), galerista que posee una de las colecciones riojanas más importantes de gran valor patrimonial; Colección Tomás Rodríguez (Madrid), cuya selección cedida para esta exposición es realmente sorprendente por la belleza y singularidad tipológica; Colección Rosa Carballés (A Coruña), en esta edición nos permiten de nuevo disfrutar de formas gallegas únicas y ya irrepetibles; Colección A. Rubinos (Lugo) con piezas que se suman al repertorio representativo de Galicia, formas redondas tan bien realizadas por manos maestras en el oficio extinto de alcaller, completando la exposición fondos de ANMinvestigación y otras piezas de propietarios que prefieren permanecer en el anonimato. A todos ellos, gracias.
De tal variedad de usos la necesidad de que los alfareros produjesen recipientes que se adaptasen a ellos y que de nuestros alfares hayan salido tantos tipos diferentes como los que se pueden ven en la exposición ALFARERÍA TRADICIONAL DE ESPAÑA: el aceite, cántaras para purificar el aceite, tinajas para desamargar olivas, orzas para conservar alimentos entre aceite, alcuzas para uso doméstico, candiles con los que aún hoy se alumbran estancias misteriosas, medidas de aceite similares a las del vino, graseras riojanas del siglo XIX..., una muestra que ofrece al espectador la oportunidad de conocer y disfrutar de un corpus de singulares, bellas y seculares vasijas.
Como recurso gráfico que enriquece la muestra y facilita la conexión entre visitante, vasija y uso, se reúnen treinta y cinco imágenes cedidas por instituciones tan importantes como la Almazara Núñez de Prado. Baena (Córdoba); Hacienda La Colorá. Montoro (Córdoba); Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico (IAPH) (Sevilla); Junta de Andalucía. Consejería de Fomento y Vivienda. Inventario de Cortijos, Haciendas y Lagares de Andalucía. Servicio de Publicaciones y Divulgación de la Consejería de Agricultura y Pesca;
Museo del Aceite Hacienda La Fuenlonguilla. Ayuntamiento de La Puebla de Cazalla (Sevilla); Museo del Aceite de Mora. Mora (Toledo); Museo Almazara Las Laerillas. Nigüelas (Granada); Museo Casa de Dulcinea. El Toboso (Toledo); Museo de la Cultura del Olivo. Baeza. (Jaén); Museo de la Fundación Patrimonio Comunal Olivarero (Toledo); Museo de la Historia Urbana de Avilés; Museo Molino de los Mizos. Casarabonela (Málaga) o el Museo de Santa Cruz (Toledo).
Escenas de otros tiempos en las que pueden verse tinajas en molinos y almazaras, hoy convertidos en museos o fundaciones, y a alfareros que con sus manos desnudas y un profundo conocimiento de su viejo y extinto oficio crearon algunas de las pieza expuestas, ya en desuso desde que el hierro, el vidrio y el plástico las arrumbasen definitivamente.
Ricardo Fernández
Comisario de la exposición
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